Es tres de noviembre y no te puse altar ayer, porque nuca lo quité, todo el año estuvo el papel picado, tus cigarros y el borrachito cantarín junto a la ventana esperando a que entrarás por ahí.
Ha sido un año desafiante, lo empezamos con la recuperación de la casi muerte de tu hija, mi madre, y en el mes del amor alguien me rompió algo más que el corazón, marzo, abril y mayo yo misma me dedidqué a quebrarme el espíritu intentando de recuperar lo que nunca se tuvo.
Esos fueron los únicos días que no quería que vinieras, no quería preocuparte y me daba vergüenza que vieras la mujer que estaba dejando de ser.
Sirvió de mucho el altar, por que el día ya no podía más llegaste en mariposa verde y te quedaste un rato para platicar.
Te tuve que confesar que me había abanandonado, que mis plantas, esas que me enseñaron a amar se estaban secando y mi conciencia también.
Como siempre, me salvaste la vida, me diste la compañía y fuerza que necesitaba en esa mágica visita para volver a ser la mujer que más disfruto ser.
Gracias por venir por venir cuando te supliqué con llanto, te dejo este altar para cuando quieras llegar, te lo dejo una vez más todo el año, para que vengas todos los días, toda la vida.
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