No sé si donde estás existen los olores, por eso hoy te quiero hablar de tu perfume.
El charquito de eau de parfum sigue dentro de su suave frasco, guardado en su casi intacta caja original. Aunque es como las mujeres de La Serna: bonito y elegante, no quiero sacarlo, porque es de un cristal casi tan frágil como tu mano en los últimos días que la sostuve. Lo tengo guardado como su nombre en francés lo dice, como un tesoro. Está en tu petaquita azul, esa, la de los papeles importantes, las joyas y el dinero. A la que me mandabas a sacar el dinero para pagar el gas, a la que mis tías me mandaron corriendo de emergencia para buscar tus papeles funerarios el día que me saltó de ahí la carta que nos escribiste para cuando ya no estuvieras con nosotros. La maletita que ahora es cofre del perfume y otros tesoros, y que tengo al lado de mi cama para tenerte cerca, como en la casona de dos patios con tu recámara al lado de la mía.
Lo tengo ahí desde hace 9 años, pero me hubiera gustado no tenerlo nunca.
Ay, Dolores, ¿por qué te fuiste si todavía quedaba un poco de perfume?
Eras muy cuidadosa, pero la tapa de ese frasco la perdiste.
Creo que tú sabes dónde está; estoy casi segura de que te la llevaste al cielo en el cierre de tu bolsa, ese donde guardabas el paquetito de pañuelos y el paquetito de dulces para compartir con nosotros y desconocidos. Mi Dolores, siempre dando todo a los demás. Cercanos y lejanos, como Marijo, la amiguita de siete años que conociste en la iglesia y que conquistaste con un dulce cada domingo, y que después incluso te invitó a su primera comunión.
Yo te acompañaba esos domingos a esa misa, y ahora tú me acompañas.
En los días más importantes de mi vida, abro la petaquita para sentir que estás conmigo. Saco el perfume que usabas en el cuello y pongo unas gotitas en mi pecho y en mi mano, para sentir que tu aroma me abraza y me lleva de la mano a ese día especial.
Quisiera seguir guardando tu aroma y dejarlo ahí para que mi hija Dolores pueda sentir las notas de tu aroma y de tu voz. Pero no sé si esa Dolores a la que te prometí llamar así exista algún día. También quiero sentir que me acompañas en todos los días especiales. Así que si un día se me acaba el perfume, iré en contra de la ciencia que dice que los olores tienen una fuerte conexión con la memoria y las emociones, y que un perfume puede evocar recuerdos y estados de ánimo. Le diré que lo que no sabe es que yo no te olvidaré, a pesar de que se acabe tu perfume. Si ese charquito se seca, encerraré nuestros recuerdos en el cristal y lo seguiré abriendo para escuchar tu voz y tus consejos en las notas de su fragancia.
Ya son nueve años llorándote y sabes que no quiero dejar de hacerlo, porque siento que sería como olvidarte. Pero no te preocupes, mis lágrimas evolucionan como las notas del perfume al secarse en la piel. Cada vez que pienso en ti, entiendo mejor tu mensaje y doy un pasito más hacia la madurez que me enseñaste.
Así que te seguiré llorando para hacerte un perfume con mis lágrimas, pero no pienses que son de tristeza. Son del profundo amor que te guardo y que se desborda, saliendo de mi cuerpo en caminos salados.
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