Ven a contarme una de tus historias.
Quiero escuchar tu voz vieja, esa que me hacía viajar en el tiempo a un mágico relato.
Quiero sentirme en esas fiestas a las que asistí solo en tus recuerdos compartidos que me hacían sentir ahí, quiero volver a los viajes que hacías con tus hermanos. Quiero sentir que soy la que escucha a Dagoberto de 8 años contarle que cuando sea grande estudiará en Alemania y verlo cumplir su meta. Y que si te hace falta, desahogues tus pesares, esos que pasaste cuando te llevaron al desierto, lejos de tu familia.
Demos una vuelta en el descapotable de tu hermano o caminemos dos cuadras por una nieve al jardín de San Marcos.
Quiero entrar de tu mano grande y tibia al cuarto de máquinas para ver cómo deshilan la tradición de tu pueblo, y que me dejes ahí y en un abrir y cerrar de ojos se convierta en lo que fue décadas más tarde, mi cuarto de juguetes y volver a jugar contigo a la cocinita o al restaurante.
También quiero platicarte un poco de mis historias, esas que ya no alcanzaste a conocer.
Quiero contarte que estoy bien, que en estos años de no verte he amado profundamente y que he aprendido poco a poco a sanar nuestras heridas, las mías y las que me heredaste.
Platícame Dolores, lo que quieras, en el cuarto de tele o en el mueble de madera, con unas naranjas con tajín o unos cacahuetes y un vaso de coca, pero por favor ven y cuéntame una historia.
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